Como ya hemos visto en múltiples ocasiones, el Cuadro de Mando integral (CMI) es una herramienta clave para desarrollar la estrategia de cualquier organización.
Hasta ahora los artículos que he ido publicando se han centrado en el núcleo del modelo, describiendo apartados, objetivos, indicadores, mapa estratégico y planes de acción.
Con este artículo empiezo una serie destinada a mostrar las particularidades de la aplicación del CMI en sectores específicos.
Para comenzar he tomado el caso de las Entidades No Lucrativas (ENL), tales como fundaciones y ONGs, que tienen como gran diferencia con el resto que su principal objetivo no es de tipo económico, sino social.
Una de las muchas definiciones que aplican a estas organizaciones podría ser la propuesta por Muñoz Dueñas (2007):
”Son aquellas organizaciones en las que se agrupan personas con la motivación de actuar voluntariamente y sin ánimo de lucro y con la finalidad de trabajar para la consecución de objetivos de interés colectivo”.
Son organizaciones basadas en la participación, el voluntariado, la generosidad, la solidaridad y otros tantos valores centrados en la comunidad a la que prestan su ayuda.
Por esta razón, es fundamental que las personas que dirigen estas organizaciones dispongan de una herramienta adecuada para recoger toda la información disponible, que les sirva de ayuda en la toma de decisiones, proporcionando transparencia en los datos y coherencia entre los valores en los que se apoyan y las acciones que se llevan a cabo.
Partiendo de esta premisa, la estructura del CMI para una ENL debe contener los mismos apartados que para una empresa convencional:
- Proceso de Reflexión Estratégica
- Misión, Visión y Valores
- Objetivos Estratégicos
- Mapa Estratégico
- Indicadores por perspectiva
- Planes de Acción
- Seguimiento
Donde empiezan las diferencias es en el hecho de que la perspectiva más importante para una empresa es la financiera, mientras que para una ENL lo más importante es su relación con los “stakeholders”, es decir los grupos de interés clave en sus relaciones. En este caso estaríamos hablando, entre otros, de:
- Destinatarios de la ayuda
- Socios
- Colaboradores
- Donantes públicos
- Donantes privados
- Voluntarios
- La sociedad en general
Eso significa que el Mapa Estratégico varía ligeramente, situando en el mismo nivel los intereses de los grupos de referencia y los resultados financieros.
Al fin y al cabo, aunque una ENL no tenga un objetivo de rentabilidad, sí que debe garantizar el buen aprovechamiento de los recursos disponibles, así como su sostenibilidad.
Los Indicadores
Una vez establecidos los Objetivos Estratégicos y situados en el Mapa, a la hora de definir los indicadores para su seguimiento, podríamos distinguir principalmente tres tipos:
- De Eficacia: nos servirían para medir la diferencia entre los resultados previstos y los alcanzados.
- De Eficiencia: para medir los resultados alcanzados en función de los recursos disponibles.
- De Economía: para medir los recursos disponibles comparados con los previstos.
Una vez establecidos los objetivos, los indicadores y los planes de acción, durante la fase de seguimiento, hay que prestar atención a que el éxito de una Entidad No Lucrativa no se basa solamente en tener una misión noble, sin ánimo de lucro, sino que debe proporcionar transparencia en la gestión, de forma que todos los colectivos que intervienen aportando su tiempo o su dinero sigan convencidos de apoyar esta causa y, en segundo lugar, crear valor para la Sociedad.