En los procesos de desarrollo estratégico, ya se trate de un Plan Estratégico o de un Cuadro de Mando Integral (CMI), la primera fase la dedicamos al Proceso de Reflexión Estratégica.

A los directivos suele parecerles una pérdida de tiempo y es una etapa difícil de superar con éxito. Sin embargo, es poco probable que un Plan Estratégico sirva de algo si no sabemos quienes somos ni adónde vamos.

Lo que hay que definir en esta fase del proceso es la Misión, la Visión y los Valores. Casi nada …

Aunque actualmente hay nuevas tendencias que restan importancia a este proceso, lo cierto es que cada una de esas partes tiene elementos clave que pueden contribuir al éxito o al fracaso de nuestro proyecto empresarial.

Un error bastante común es considerar que si la empresa es pequeña no necesitamos llevar a cabo esta reflexión, que lo importante es ponerse manos a la obra.

Lo que aporta el Proceso de Reflexión de Estratégica …

MISIÓN 

La Misión es nuestra razón de ser. Es aquello para lo que hemos creado la empresa. Sin ella estaremos completamente perdidos. Y esto sucede más a menudo de lo que podríamos imaginar.

De acuerdo con la filosofía desarrolla por Simon Sinek en su obra “Empieza con el Porqué? y que plasma en el concepto del Círculo Dorado, la empresa a nivel conceptual estaría formada por 3 círculos concéntricos.

En el exterior tendríamos el “Qué”, formado por el conjunto de cosas que hacemos, es decir, los productos y servicios que ofrecemos a nuestros clientes.

A continuación tendríamos el “Cómo”, que es la forma de ofrecer esos productos o servicios.

En el interior tendríamos el “Porqué”, que es la razón de nuestra existencia como empresa. Es decir, la Misión. 

Círculo dorado

Lo habitual según esta teoría es que las empresas empiecen diciendo lo que hacen, para luego justificar que son las mejores explicando cómo lo hacen. Sin embargo, rara vez dicen “Por qué” hacen lo que hacen. La excepción suelen ser las empresas que han creado un sentimiento de fidelización a su marca que está muy por encima del resto del mercado. Empresas como Apple o Harley-Davidson.

Lo peor es que no son solo los clientes los que desconocen “Por qué” hacemos lo que hacemos, sino que nuestros empleados tampoco lo saben. Y, entonces, ¿qué les motiva a ir cada día a su puesto de trabajo y dar lo mejor de sí mismos? Pues, si no hay una razón superior, la única respuesta posible es “el dinero”.

Si nosotros como organización no sabemos quienes somos, nuestra razón de ser, difícilmente conseguiremos clientes fieles. Podremos vender más en función del posicionamiento de nuestros productos en el mercado, de los atributos que hagamos más destacables y de nuestros precios. Sin embargo, más pronto o más tarde, otro competidor sacará un producto o servicio con mejores prestaciones o mejor precio.

Una vez definida la Misión, una de las formas efectivas de llevarla a la práctica es  utilizar la Dirección por Misiones (DpM). 

La dirección por misiones (DpM) soluciona los problemas de la dirección por objetivos y engloba, a su vez, otras propuestas recientes, como la gestión por competencias y la dirección por valores. La DpM se basa en distribuir la misión de la empresa en misiones a diferentes niveles de la organización. Cada misión participa de las misiones de orden superior, de forma que todos participan de la misión de la empresa. Después, la misión se hace operativa a través de los objetivos. Los objetivos no tienen sentido por sí solos, sino que son medios para cumplir la misión.

Si nos fijamos en muchas de las declaraciones de Misión, vemos que están definidas de forma posicional:

  • ser la empresa número uno del sector
  • ser la empresa de referencia
  • ser la mejor 
  • estar los primeros en un cierto ranking

Los posicionamientos pueden llegar a ser objetivos para conseguir una misión, pero no son realmente la misión. La misión es la contribución que da sentido a ese objetivo: ¿para qué queremos ser el número uno en este sector? 

La misión es una contribución, no una posición. Y una contribución es principalmente un servicio, una forma específica de resolver problemas reales de personas, grupos, o de la sociedad en general.

VALORES

La misión a su vez está calificada por unos valores. Los valores son los criterios de actuación que orientan las decisiones ante las diferentes alternativas que se nos presentan en el día a día para realizar la misión. Los valores son la base de la cultura. 

Los valores son el vínculo fundamental entre nuestras creencias y nuestro comportamiento.

A los valores en la DpM se les pide solamente que sean coherentes con la misión, es decir, que sirvan a la misión. Por este motivo, los valores se deberían concretar después de definir la misión.

A modo de conclusión podríamos decir que una organización que no tiene claramente definida su Misión y no se ha ocupado de que sus empleados la conozcan y la compartan, probablemente tenga mayores niveles de estrés y encuentre más dificultades en la colaboración entre departamentos.

La Misión compartida nos proporciona un eje común desde el que desarrollar nuestro trabajo, alineando nuestros objetivos con los de la empresa, ayudándonos a mirar hacia el mismo futuro.