Hace unos días compartí con unos compañeros un post de Santi García en el que exponía el caso de Amazon en un apartado muy concreto de la gestión de personas: el de invitar a los empleados descontentos a marcharse.
El post de Santi “Aquí no se retiene a nadie (o sí)” explica como Jeff Bezos (CEO de Amazon) presentó en 2014 a los accionistas una iniciativa en la que una vez al año pregunta a sus empleados si quieren abandonar la compañía. Si aceptan, se les indemniza en función del tiempo que llevan en la compañía, entre 1.000$ y 5.000$.
El objetivo de esta iniciativa es incitar a los empleados a considerar si realmente quieren permanecer en la compañía. De esta forma se garantizan que los que se quedan son los que realmente están motivados y pueden desempeñar su trabajo con ilusión. Los que deciden marcharse no se van con las manos vacías, pero aceptan también que nunca podrán volver a trabajar en Amazon.
Lo que me ha llamado la atención y me ha hecho reflexionar sobre este tema ha sido el comentario de una amiga y compañera al respecto:
“Esa misma pregunta se la hago a más de uno cada cierto tiempo. Pero aunque están insatisfechos, el miedo y las dudas sobre sus propias capacidades les impide irse. Y además aquí con la antigüedad y la políticas de despido lo de los 1000 dólares les da risa.”
Ya he hablado en alguna ocasión del libro de Jim Collins “Good to Great” (“Empresas que sobresalen”) y de como el factor más determinante para que una organización alcance la excelencia es el equipo.
Si al final resulta que en nuestra compañía nos vamos quedando con las personas más mediocres, tendremos resultados mediocres. Es posible que la compañía funcione, que venda, que se mantenga en el tiempo, pero estará rodeada de un aura de mediocridad. Porque la mediocridad es más contagiosa que la excelencia.
Durante estos 10 años de crisis en nuestro país he podido comprobar de primera mano como muchas personas decían que preferían quedarse en su empresa porque si salían no sabían lo que podrían encontrar. Elegían quedarse a pesar de saber que tenían un mal salario, un mal jefe, unas condiciones de trabajo inadecuadas y ninguna motivación para su trabajo. Era el camino fácil, no el mejor, pero sí el más fácil.
“Tu haces como que me pagas y yo hago como que trabajo.”
Esto provoca un efecto en cadena. La empresa es “mala” y los trabajadores se quedan, pero sin motivación; lo que hace que la empresa cada vez sea peor. Esto, a su vez, empeora las condiciones de los trabajadores y, así, en bucle hasta la extinción de la compañía por la falta de competitividad en el mercado.
El hecho de que estos trabajadores no se atrevan a abandonar esos puestos de trabajo es muy significativo y revela como han ido, ellos mismos, perdiendo competitividad en el mercado laboral. La otra idea paralela es que cuesta encontrar buenos empleados, porque estos encuentran trabajo enseguida.
Uno de los grandes problemas de muchos empleados es que se han ocupado muy poco de su reciclaje profesional. En empresas grandes los programas formativos son una prioridad, pero en la PYME, escasean.
Si uno tiene inquietud, se forma por su cuenta, aumentando su valor en el mercado laboral hasta el punto de poder querer abandonar una compañía que ya no le permite crecer. Sin embargo, muchas personas prefirieron acomodarse en su puestos de trabajo y no invertir en su propia formación, echando toda la culpa de su falta de puesta al día a las empresas. Después, cuando estas empresas han acabado cerrando se han encontrado en un mercado laboral que no les ofrece ninguna oportunidad, porque están desfasados.
Oferta y demanda no están alineadas actualmente. Tenemos muchas personas formadas y con experiencia en puestos de trabajo que ya no existen, y otros muchos puestos de trabajo sin cubrir porque no hay oferta suficiente.
Mi reflexión final es que tenemos que hacer un esfuerzo especial, tanto empresas como trabajadores, para que las compañías sean cada vez más competitivas y los equipos de trabajo cada vez más efectivos.
Nuestro país ha perdido muchas posiciones en el mercado económico mundial y la falta de competitividad en conjunto nos está llevando a una sociedad excesivamente dependiente de las ayudas públicas, nacionales y europeas. Necesitamos crear empresas competitivas y dejar de enviar al resto de países a nuestros jóvenes mejor formados, porque aquí no encuentran un futuro.
Un comentario
Gracias por el libro y feliz fin de semana