Es bastante habitual que el comienzo de un proyecto empresarial se lleve a cabo porque dos o más personas, que comparten un interés común, decidan darle forma de negocio. En muchas ocasiones la estructura es de tres, que se convierten en socios a partes iguales de la nueva empresa.

Si el equipo estuviera equilibrado, lo ideal sería que una persona se hiciera cargo de la dirección, otra del área comercial y la tercera de la producción, ya sea de productos o de servicios. Dependiendo de la actividad de la empresa y del número inicial de socios, el reparto de puestos clave puede variar.

La realidad es que también suelen poner en marcha empresas dos o más personas que comparten el mismo perfil: arquitectos, ingenieros, expertos en MK online, etc.

En estos casos, aunque se intente repartir los roles clave de la empresa, es evidente que las habilidades necesarias para los puestos que no dominan estarán en desventaja.

Tanto en los casos en los que el equipo promotor de la empresa está equilibrado, como en los que no, finalmente a cada uno de los socios le toca hacer uno de los roles clave y este tiene sus consecuencias en la marcha de la compañía.

Se ha repetido hasta la saciedad, y seguimos insistiendo en ello, que si uno hace un trabajo que le apasiona lo hará mucho mejor que otra persona que lo hace solo por obligación o como una forma de ganarse la vida. Los socios a los que les corresponda ejercer un rol de responsabilidad de un área que no les gusta, probablemente no lleven a cabo una labor tan deslumbrante como aquellos que se dediquen a lo que realmente les gusta.

En las primeras etapas de la empresa, con la ilusión de los comienzos, la cantidad de retos a superar y los problemas que van surgiendo, es probable que esto no llegue a ser relevante. Sin embargo, conforme avance el tiempo, aquellos que se no ven realizados con su actividad diaria irán acumulando un malestar que termina por manifestarse de alguna forma. Echarán de menos su verdadera motivación y acabarán desilusionándose con el proyecto.

Todas las empresas nacen pequeñas y luego algunas crecerán más rápidamente que otras. Los emprendedores que las crearon porque les gustaba la actividad principal de la empresa suelen tener que pasar a puestos directivos y alejarse de ese día a día que era su pasión.

En algunos casos, esos emprendedores valoran el salto a los puestos directivos y se prepararán, formándose y desarrollando las habilidades directivas necesarias, para seguir aportando valor a la compañía. 

En otras ocasiones, el emprendedor puede sentir que se está alejando de lo que realmente le gusta hacer y decide abandonar su propio proyecto. No le gusta ser empresario, lo que le gusta es la actividad a la que se dedicaba, y que era su motivación principal.

Proyecto empresarial

También con el tiempo y el desarrollo de la actividad empresarial, los socios pueden ir descubriendo que no comparten tantas cosas como pensaron cuando crearon la compañía. Y surgen las discrepancias:

  • Unos pueden querer crecer y otros quedarse como están.
  • Unos pueden querer internacionalizar, y otros no.
  • Pueden no estar de acuerdo en la política salarial.
  • Pueden no estar de acuerdo en la política comercial.
  • O en el reparto de beneficios.
  • O en otros temas …

Si uno de los socios se va apartando de la misión principal de la empresa, con el tiempo empezará a abrirse una brecha con el resto de los socios, hasta que llegue un día en que hay que abordar el problema, en lugar de ignorarlo.

Puede darse el caso de que se invite a uno de los socios a marcharse o que sea la propia persona desilusionada la que decida marcharse. Lo importante en estos casos es que el proyecto empresarial se rompe y hay que recomponerlo o darlo por finalizado.

Si el proyecto empresarial ha crecido, convirtiéndose en una empresa con empleados, con una cartera de productos o servicios y con una base importante de clientes, la salida de uno de los socios debe considerarse como un trámite a gestionar de forma adecuada para garantizar su continuidad.

Pero si todavía está en una fase temprana, o no ha alcanzado una entidad lo suficientemente grande como para que los socios no sigan implicados en el día a día, es posible que la salida de uno de ellos pueda poner en peligro la continuidad del proyecto.

En ese caso, es importante que la comunicación entre los socios sea fluida, que la confianza sea máxima y que se pongan en común las inquietudes y anhelos de cada uno, para valorar si es viable la supervivencia de la empresa, y cuales serían los nuevos objetivos.

Si se decide continuar adelante, los socios deben decidir como se transfieren las acciones del que abandona el proyecto, y si la valoración de la empresa en ese momento es superior a la aportación de capital realizada. En este apartado también influye el hecho de si los socios han estado cobrando el sueldo que les correspondía o han aportado su trabajo como parte de la inversión en la empresa.

Para este paso clave en la continuidad de la empresa se hace necesario un ejercicio de generosidad para con los demás socios y el resto de afectados por nuestra decisión, ya sea para darle continuidad al proyecto, o para cerrarlo.

Generosidad para reconocer las aportaciones de cada uno, lo vivido y lo aprendido.