Todavía me sigue sorprendiendo la cantidad de pequeñas empresas que siguen luchando por sobrevivir, con el mínimo esfuerzo.

Tras 10 años de crisis daba la impresión de que el mercado empezaba a recuperarse y las empresas, habiendo aprendido lecciones estos años, estaban preparadas para volver a crecer.

Sin embargo mis expectativas no se han visto cumplidas, para desgracia de muchas empresas.

Este mercado que tenemos ahora en muchos sectores da la sensación de haberse vuelto agresivo y voraz, sin necesidad. Es decir, tras años de bajo consumo, con muchas familias y empresas tratando de sobrevivir, el mercado se ha reactivado y la gente vuelve a gastar dinero.

Lo sorprendente es que se sigue con la dinámica de apretar. Apretar en precio, en plazos, en condiciones. Siempre con la amenaza de que hay más oferta que demanda. Engañando, si es posible.

“Si no me lo das tú, busco a otro, que hay muchos.”

Contra esta situación se hace más necesario que nunca diferenciarse. Si eres uno más, no tienes opciones. A pesar de que parece algo evidente, sigue habiendo muchas empresas, sobre todo pequeñas, que han sobrevivido estos años difíciles para encontrarse de nuevo en la casilla de salida.

Esto sucede porque no se han reciclado. Siguen ofreciendo los mismos productos o servicios, con las mismas personas y los mismos procesos. El problema es que el mercado ha cambiado y quiere otras cosas y de otra manera. Y lo quiere ya.

No se trata de llevar a cabo grandes proyectos de innovación, ni de diseñar productos y servicios espectaculares. Se trata de innovar en muchos pequeños detalles, que el mercado valora y por los que está dispuesto a pagar.

Uno de los ejemplos de este esfuerzo para renovarse y no morir lo he visto estos días en Bilbao, donde hemos pasado unos días en familia.

Hace dos décadas Bilbao era una ciudad poco atractiva para el turismo, con el ruido y la suciedad de su pasado industrial. Sin embargo, utilizando el museo Guggenheim como punto de partida y referencia se ha transformado en un entorno espectacular para el visitante.

Vale que el museo es un atractivo único, pero el visitante no se limita a esta visita. La oferta turística es tan amplia y variada que es capaz de satisfacer a todos los perfiles.

Y no se trata solamente de rutas de monumentos y atracciones. La transformación que ha sufrido el entorno de la Ría, el Arenal, el Casco Viejo, los medios de transporte, la gastronomía y el ocio, la convierten en un destino, para mi, privilegiado.

La proximidad de la costa añade opciones complementarias que, unidas a las facilidades de trasporte, amplían todavía más la oferta.

La reflexión que me he traído de estos días de descanso en relación a la transformación de Bilbao es que muchas empresas han tenido oportunidades de adaptarse, reinventarse y transformarse en estos años. Sin embargo, es necesario que haya líderes visionarios, capaces de embarcarse en proyectos ambiciosos, de contar con todas las personas de la organización a la hora de innovar y de atraer talento de fuera cuando sea necesario.

Volvemos una y otra vez al Liderazgo, que tantas veces aparece como factor diferenciador entre las empresa de éxito y las que siguen luchando por sobrevivir.

Y aquí está una de las claves de estos procesos: en la capacidad de los responsables de las empresas de formarse, reciclarse y rodearse de buenos equipos.

Para terminar dejo aquí el concepto de Innovación Forzosa de W.Howard & R.B. Guile:

«Cada empresa, sea grande o pequeña participa en el proceso de cambio tecnológico como Originaria, Usuaria …. o Victima de la Innovación»